Es habitual que los abejarucos europeos nos deleiten con poses y actitudes un tanto extrañas. Esta especie es una de las más esperadas cada año por los fotógrafos de fauna salvaje, que con su rica gama de colores, su facilidad para localizarlos y fotografiarlos y su relativa abundancia hacen las veces de modelos fáciles e incluso instructores para los fotógrafos de naturaleza poco experimentados.Existe un lugar en el centro de Andalucía donde el tiempo se funde con la luz, un entorno en el que la vida salvaje fluye con la misma inercia que mueve al corazón de sus pobladores. En esta película sin guión, donde cualquier error puede cambiar en solo medio segundo el destino de sus protagonistas, los actores se van pasando el papel de unos a otros, cambiando constantemente de predador a presa y de presa a predador; así, día tras día, noche tras noche, las vidas de los distintos seres que pueblan esta parte del mundo se van cruzando mutuamente para matar o morir.
La aparente tranquilidad con que posa esta culebra de herradura se verá rota justo en el momento en que el fotógrafo haga el más mínimo movimiento en falso. Desde que su más antiguo ancestro engañó a Adán en el Edén, las serpientes han estado en la cultura como un enemigo de la humanidad, pesando sobre ellas una injustificada leyenda negra que ha llevado a su persecución desde que el mundo tiene "uso de razón".
Un par de cigüeñas descansan a la luz de la luna dentro de un casco urbano, ajenas a las intenciones de un fotógrafo que merodea por la zona. Hoy día estas aves están tan acostumbradas a la presencia humana que no resulta muy difícil conseguir fotos suyas sin salir de la ciudad. Desde hace miles de años, la especie humana ha ido transformando poco a poco el paisaje de este entorno, introduciendo distintos cultivos como el olivar, la vid o el cereal. Así ha nacido una tierra que nosotros conocemos como campiña, un lugar mágico, donde la piel morena de su tierra se encarga de poner color a su abstracto paisaje. Aquí no existen los fines de semana, de hecho no hay ni un solo día de descanso, ya que hay que comer y dar de comer a los pequeños. Es muy difícil merodear por una tierra como ésta, plagada de depredadores, sin que un par de ojos con alas o garras y unas claras intenciones no actúen de inmediato.
A pesar de las intenciones conservacionistas de algunos colectivos y particulares, los aguiluchos cenizos siguen sobreviviendo a las actividades agrícolas que se llevan a cabo en sus territorios. La siega del cereal coincide con los últimos días de los pollos en los nidos, lo cual hace que las bajas en los individuos esta especie durante esta época del año sean superiores a las necesarias biológicamente hablando.Pero no son los ojos de estos asesinos implacables los únicos que se adueñan de la intimidad de sus víctimas; el objetivo de una cámara, que sobresale tímidamente de entre una mezcla más o menos organizada de telas verdes y redes artificiales con forma de hojas también se encarga de saltarse las leyes y violar descaradamente la vida privada de los dueños de la campiña. En este mundo fuera de las fronteras del asfalto, donde no existe el respeto por la imagen ajena, un equipo fotográfico no demasiado sofisticado y un conocimiento completo de la zona de trabajo y sobre todo de las costumbres de las especies a fotografiar, aparte de una gran dosis de paciencia y perseverancia, son los únicos requisitos que se necesitan para desarrollar con éxito un buen trabajo de espionaje animal.
Colocar el hide (escondite) debajo de un olivo ayuda a ocultar su forma, y con una red de camuflaje por encima se consigue que su mimetización con el entorno sea casi perfecta. Un ser humano es capaz de identificar este hide como un elemento colocado por otro humano, pero los ojos de un mochuelo europeo que acostumbraba a posarse justo enfrente no entienden de estas cosas.
De vez en cuando se ven rayos sin nubes en mitad de la noche, e incluso a pleno sol, sin ni siquiera haber tormenta; otras veces se oyen unos extraños crujidos que salen de los matorrales, especialmente cuando los animales se mueven o hacen algo. Se trata de los destellos de los flashes y el ruido del obturador de la cámara, que hasta ahora, y sorprendentemente, no parece causar molestias a la mayoría de las especies de la fauna salvaje.
Es muy fácil aburrirse cuando ya se llevan varias horas a la sombra dentro del hide. Algunos incentivos como la comida o el abrigo, y otras cosas más necesarias como el agua, son importantísimos para mantener la mente abierta y no perder las formas ante una oportunidad que se presenta repentinamente después de muchas horas esperando.
Día tras día, año tras año, la naturaleza, y no sólo en esta parte del mundo, se está dejando sumergir de forma ya casi irreversible en una serie de cambios que se van notando en todos los aspectos, empezando por la estética del paisaje y terminando, quizá, en los precios de algunos productos que vienen de la única empresa del mundo a la intemperie: la naturaleza. Deberíamos aprender a cuidar lo poco que nos queda ya. No tiene menos derecho a vivir un cernícalo porque se dedique a matar ratones para comer (los mismos ratones que destrozan las cosechas), ni tampoco un conejito vale más por ser más bonito y parecer un peluche. Hoy día hay naturaleza y hay fotos; si no se busca un remedio, mañana solo habrá fotos…
Una cabra montesa se pasea tranquilamente por la parte superior de un risco, en plena naturaleza, mientras que cientos de personas venidas de muchas partes hacen senderismo a muy pocos metros de estos animales. En agunas zonas la fauna salvaje se ha acostumbrado tanto a la presencia del ser humano que no es muy difícil observar su comportamiento sin tener que desplazarse a otros lugares más exóticos.
No es eso precisamente lo que ocurre con otras especies como la cigüeñuela, sobre todo en algunos casos en que el fotógrafo, una vez que está dentro del hide, necesita de un ayudante para que se aleje del mismo, para dar a entender a estas aves que el intruso ya se ha ido y vuelvan a entrar confiadas.
